Castillo de la Aljafería
Aragón
Introducción
Acaso sea con la luna llena de abril, cuando el palacio-castillo de la Aljafería ofrece su perspectiva más bella e insólita. La luz opalina se desparrama sobre la piedra blanca, arrancando miles de reflejos, y dotando a la Torre del Trovador de un halo ciertamente fantasmagórico. Es el momento de cerrar los ojos y tocar suavemente el muro rotundo y fresco del castillo. Con esa sensación en la piel, evocaremos aquellos tiempos en los que Saraqusta vivía bajo las formas del Islam. No será difícil imaginar al emir, envuelto en su manto de seda, pasear ensimismado por un patio en el que sólo se escucha el sonido del agua de sus hermosas fuentes, y en donde las fragancias del jazmín y el azahar anuncian la incipiente primavera.
La Aljafería se ofrece como un testigo de la Historia. De una Historia plena de aconteceres en ocasiones, trágicos. Vivencias épicas de Zaragoza, maltratada por guerras y epidemias, fiel reflejo de la España más auténtica, añeja y heróica. Muchas veces sus murallas fueron derribadas y vueltas a levantar. Fue palacio, castillo, prisión, acuartelamiento,... y hoy, quizás artificiosamente reconstruida, sede de las Cortes de Aragón
Aljafería, lugar de leyendas, de mágicos e incomprendidos amores. Puede que entre sus muros todavía perviva un alma, sufriendo en soledad su cautiverio. Cuatrocientos años de dominación árabe conformaron estéticas casi imposibles, ángulos extraños, curvas inigualables, mosaicos perfectos, arcos imponentes, piedra labrada en la exactitud y la belleza.
Zaragoza disfrutaba entonces de lujosas fiestas. El Ebro acogía en las noches cálidas, barcazas llenas de guirnaldas de flores y de luces, pequeños reinos de los músicos y los poetas. Desde sus orillas las gentes participaban del festejo con alegría casi sureña. Todos creían en un mágico talismán protector de la ciudad, donador de virtudes y de gracias. Nadie sabía dónde estaba, pero todo el mundo lo sospechaba escondido en alguna habitación oculta del Palacio árabe, baluarte y símbolo indestructible del lugar. Mas los siglos futuros iban a acabar con el talismán y casi con la Aljafería, y Zaragoza la blanca, sufriría penosas transformaciones, cuando no destrucciones irreparables.
Nos queda, sin embargo, la noche abrileña. Nos quedan las palabras de los poetas. Guardamos los zaragozanos, en algún lugar de nuestra memoria colectiva, los aromas inigualables de los limoneros, de la retama, de las sublimes rosaledas. De los llantos y las risas ancestrales. "Todo lo que no es tradición es plagio", decía Eugenio D’Ors; y de esa y otras muchas tradiciones nos nutrimos.
Vamos a entrar en la Aljafería. Un musulmán enturbantado baja con parsimonia el puente levadizo y levanta cansino el enorme picaporte. La puerta se abre y el vasallo desaparece. Penetramos...
Volver al índiceEra el año 714 d.C cuando Musà ibn Nusayr entraba sin casi ninguna resistencia en Zaragoza. Comenzaban cuatro siglos de dominación árabe en una ciudad de por sí tolerante. Dos años antes, el general Musà, había cruzado el estrecho de Gibraltar (Yabaltarik) con un ejército de 18.000 hombres. España, mecida entre las batallas internas de la decadente monarquía goda y su inexorable destino, iba a sufrir una serie de avatares durante largos centenios. Avatares que le harán diferente del resto de la Europa occidental, pero que la enriquecerán muchísimo más.
Don Oppas y el conde don Julián hicieron su labor, y los árabes acometieron la conquista peninsular sin tener enfrente un país enardecido y dispuesto a defender el territorio. Por otra parte la tolerancia religiosa islámica, supuso un respiro para los desdichados cristianos, sumidos desde hacía siglos en ambiguas herejías. La conquista musulmana fue para los españoles godo-hispano-romanos un acicate, un convencimiento de su verdad. Con ella nacieron los mozárabes, y los pequeños núcleos, casi inaccesibles, de resistencia a los invasores, constituyeron el enclave adecuado para que desde ellos entraran las ideas de Carlomagno y de la iglesia de Roma.
Saraqusta Medina Albaida inciaba su momento con un acontecer de más de mil años. Por ella habían pasado los iberos de Salduba y las legiones romanas de Cesaraugusta; más tarde, la ejemplar cultura de Valero, Braulio y Tajón, había otorgado a la ciudad cristiana, elementos más que suficientes para combatir al arrianismo, por otra parte nada agresivo, en la ciudad del Ebro. Zaragoza fue un mestizaje de culturas tan encomiable como lo pudo ser Córdoba o Toledo con posterioridad
Decía un poeta árabe, Al-Qualqasandí; : "Saraqusta, edificada en terreno fértil, parece una motita blanca en el medio de una gran esmeralda, sus jardines, sobre la que se desliza el agua de cuatro ríos, transformándola en un mosáico de piedras preciosas". Forma poética, pero sin duda realista, de definir a una ciudad , hispana, romana y mora, convertida en capital norteña de un inmenso imperio.
En el año 750 Zaragoza era cabeza de un gobierno dependiente indirectamente de Córdoba, un waliato, y su primer gobernador Al-Mumayl. En la ciudad convivían judíos, cristianos y árabes, siendo bereberes y yemeníes las razas predominantes entre éstos últimos. Precisamente los yemeníes intentaron derrocar al emir pidiendo el auxilio de Carlomagno, que con dos ejércitos entró en la península y sitió Zaragoza sin conseguir la rendición. En su retirada fue atacado por los vascones en el paso de Roncesvalles, muriendo varios de sus jefes, entre ellos Roldán, protagonista del famoso poema.
Volver al índiceLA ALJAFERÍA
Zaragoza, edificada en terreno fértil
parece una motita blanca en el centro de
una gran esmeralda -sus jardines- sobre la
que se desliza el agua de cuatro ríos,
transformándola en un mosaico de piedras preciosas.
Al-Qalqasandí, poeta árabe
El siglo VIII acaba pleno de luchas intestinas, traiciones, asesinatos y ejecuciones. En el 781 llega a Saraqusta Abd-el-Rahman I, quien nombra emir de la ciudad a Hausayn, que le traiciona tres años más tarde, pero que es derrotado y muerto. En el año 802 es proclamado gobernador Amrus ibn Yusuf, su gobierno fue duradero y consiguió pacificar la zona, sometió a los muladíes oscenses y a los vascos y logró contener la ambición política de la familia Banu Qasi.
A Zaragoza llegaban grandes riquezas. El oro del golfo de Guinea, piedras preciosas de Arabia, mármoles italianos, sedas orientales. Era fuerte el contraste con los núcleos cristianos, semibárbaros y poco cultivados. No obstante, el comercio de oro con los cristianos era común. Las lealtades y alianzas eran en muchas ocasiones mercadería puramente económica.
La dinastía de los Banu Casi, poderosos y enormemente ricos, rigió los destinos de Saraqusta hasta casi la llegada al poder, en el 912, de Abd-el-Rahman III. Durante ése lapso de tiempo, la ciudad sufrió los ataques de los emires cordobeses con gran asiduidad. Rodeada de bosques, fueron talados de forma inmisercorde y sus huertas arruinadas; no obstante, la ciudad no cayó. Un español islamizado (como muchos), Muza ibn Muza ibn Casi , acaso el mejor gobernador que tuvo Zaragoza en aquél siglo, consiguió con astucia mantener el gobierno sin apenas disensiones y mejoró las condiciones de vida ciudadanas. En una de sus incursiones,conquistó el castillo de Tarraya (¿Tárrega?,¿Tarrasa?) y llegó a Barcelona; saqueó la ciudad y volvió con grandes riquezas. Entre sus obras cabe destacar la ampliación de la mezquita mayor, en donde se desarrollaban ceremonias llenas de esplendor y pompa. Murió en el 862 y la ciudad volvió a sumirse en las anteriores contiendas por el poder. Finalizando el siglo IX, en 890, los Tuchibíes, mediante acuerdos y promesas con el gobernador, pasan a dominar Zaragoza, pero los Banu Casi no lo aceptan y la someten a un largo asedio; para resistirlo se edificó una gran muralla de la que no quedan restos en la actualidad.
Zaragoza fué la capital de la Marca Superior de Al-Andalus. El ocuparla los árabes sin resistencia, hace suponer que fué una ocupación pactada. Los cristianos mantuvieron sus templos y sus ritos tras el pago del correspondiente tributo o "dimma", de ahí el nombre de cristianos dimmíes. El mismo tributo debían abonar los judíos. La liturgia cristiana siguió siendo la visigótica, que no tardó en denominarse mozárabe (de musta arib o "cristiano arabizado"). El monje Aimoino, de San Germain de Paris, sostenía que el Pilar (o Santa María la Mayor), era catedral de Zaragoza en el siglo IX. También había culto en la iglesia de las Santas Masas, actual Basílica de Santa Engracia, en donde se conservaban las reliquias de los dieciocho mártires cristianos de la época romana.
Todo cambió en Al-Andalus con la llegada de Abd-el-Rahman III.
Los Tuchibíes se estabilizaron en el poder y en la influencia e intentaron la rebelión. El emir cordobés acudió en persona y cercó Zaragoza por dos veces. La primera en 934 y la segunda tres años más tarde. La ciudad acabó capitulando. La España Islámica se unió bajo el mando del gran jefe omeya y todos los generales y gobernadores de la Frontera Superior pusieron las armas a su disposición en la gran campaña que Abderramán organizó contra los cristianos en el año 939. Fueron los momentos más esplendorosos del Islam hispano. Córdoba era la capital del mundo, floreciente en artes, en matemáticas en literatura, por toda ella estallaba la cultura; pero nada es eterno, su sucesor al-Hakam II y sobre todo su nieto, Hisam II, nada pudieron hacer frente al poderoso avance de una de las figuras más controvertidas de la historia española, el gran general Almanzor "el Victorioso".
En Zaragoza seguían gobernando los Tuchibíes cuando el poder Omeya se destruye. Su centralismo, descompuesto, da paso a los "Reinos de Taifas"; uno de los más importantes fué el de Zaragoza. Mundir I, hijo de un soldado de Almanzor, proclama independiente a Saraqusta en el año 1018, sólo se mantuvo tres años en el poder, pero fundó una corta dinastía y acogió a personajes huidos de Córdoba, convirtiéndose en protector de la cultura zaragozana. Mantuvo excelentes relaciones con catalanes y castellanos, incluso participó como maestro de ceremonias en el enlace entre Berenguer Ramón y Sancha, hija del Conde Sancho García, organizando en Zaragoza para las dos delegaciones, grandes festejos. Su principal enemigo fué Sancho el Mayor de Navarra, que le arrebató bastante territorio, entre el que cabe destacar la rica cuenca del Cinca, que además permitió al Rey navarro tomar posiciones sobre las llanuras oscenses.
A Mundir le sucedieron Yaya y Mundir II, último señor Tuchibí de Zaragoza y asesinado dos años después de tomar posesión de sus títulos y poderes. Al frente de la ciudad quedaba una poderosa dinastía árabe que iba a regir sus destinos hasta la llegada de los almorávides de Marrakech, fué la de los Banu-Hud. De entre ellos destacó por sus dotes políticas, militares y sobre todo culturales Ahmad al-Muqtadir. Estuvo durante treinta y seis años al frente de la Taifa de Zaragoza, consiguiendo cierta hegemonía frente a las restantes y manteniendo el avance cristiano mediante alianzas y pagos de fuertes sumas. Conquistó Denia y Tortosa y es en su época cuando el Cid aparece por vez primera en la historia de Zaragoza, al aliarse con al-Muqtadir y después con su hijo Yusuf al-Mutamin.
Al-Muqtadir fué un mecenas que contribuyó de forma decisiva al enriquecimiento cultural y económico de la ciudad zaragozana. A la antigua fortaleza de la Aljafería, le dió el nombre "Abu Yafar" y construyó el esplendoroso palacio musulmán. De él dijo:
"¡Oh alcázar de la alegría!¡Oh salón de oro!
Con vosotros colmé mis anhelos
Si en mi reino sólo a vosotros tuviera,
ninguna otra cosa echaría de menos"
El régulo cuidó de artistas de todo género, muchos de ellos venidos del sur. Los poetas tenían papel importante en los festejos de aquella increíble y tolerante ciudad. Uno de ellos, carnicero de profesión, dedicó parte de su vida a una extensa obra poética, para luego volver a su puesto en el zoco zaragozano. Se llamaba Yahyà al-Yazzar y proclamaba en su "Libro de las Banderas":
"Debajo de las capas surgió la luna de su rostro,
cuyos encantos están diciendo: "Ama", a quien ya
se olvidó de amar.
No importa que sean burdos sus vestidos: también
la rosa tiene espinas en su cáliz, la pez cubre las
botellas que guardan el vino
y el almizcle lo llevan en toscos envases"
Sin embargo, los poemas pronto dejaron el lugar a las espadas porque la reconquista cristiana avanzaba inexorablemente. Las taifas hispanas pidieron la ayuda magrebí de los almorávides quienes en breve se adueñaron de ellas. La de Zaragoza cayó en el 1110, ocho años después que Valencia. En el ínterin Ahmad al-Mustaín, nieto de al-Muqtadir, retenía como podía a los cristianos y procuraba alianzas con los almorávides. Alfonso I había conquistado Tauste y dominaba toda la ribera izquierda del Ebro. En Valtierra la caballería cristiana, atacó al ejército de al-Mustaín, quien había intentado una incursión por tierras navarras, y que murió en aquél lugar tras dura pelea. Su hijo Imad al-Dawla fué el último Banu Hud en gobernar Zaragoza. Su regencia duró cuatro meses, pasando la ciudad a poder almorávide. Ocho años gobernaron los norteafricanos. Su postrer regidor, Ibn Tifilwit, vivió rodeado de lujo, preocupándose exclusivamente de sus poetas, sus banquetes y su alto concepto estético. Murió en 1117, con el Batallador preparando concienzudamente la conquista de la ciudad que carecía de gobernador.
El asedio comenzó el 7 de junio, y el 11 tomaba Alfonso I el castillo de la Aljafería; los zaragozanos pedían el auxilio del resto de Al-Andalus: "¡Oh almorávides!, hermanos nuestros en la Fe de Dios, ¿creéis que si le ocurre a Zaragoza aquello cuyo aviso y temor se vislumbra váis vosotros a poder estar tranquilos o hallará el resto de al-Andalus algún modo de salvarse?, pues no, los infieles os echarán de ella por completo, y os sacarán de aquí casa por casa. Zaragoza es el muro de contención, y, abierto, se abrirán todos los demás"
No tuvo ningún éxito el tímido socorro que llegó. Alfonso I el Batallador conquistaba la ciudad el 21 de diciembre de 1118. Saraqusta Medina Albaida pasaba a llamarse definitivamente Zaragoza.
GRUPOS ETNICOS ZARAGOZANOS (SIGLOS VIII-XII)
ARABES:
- Arabes del Norte (Península arábiga) o adnaníes
- Arabes del Sur:
- Yemeníes (Tuchibíes, Jazrayíes, Udríes)
- Qaqtaníes
BERÉBERES
MULADÍES (Población autóctona convertida al Islam)
JUDÍOS
MOZÁRABES
ALMORÁVIDES
CRISTIANOS
MUDÉJARES (Arabes cristianizados)
Volver al índiceSU HISTORIA
No empieza la historia del Castillo-Palacio de la Aljafería con los versos ya comentados de al-Muqtadir, comienza mucho antes. En su actual emplazamiento es posible que incluso ya hubiera alguna fortaleza anterior, quien sabe si romana o goda. Es demostrable que en tiempos de Muhammad al-Anqar,ya existían los basamentos de la llamada "Torre del Trovador", era el siglo IX.
Como se ha visto en el capítulo precedente, Zaragoza fué lugar constante de contienda. La, suponemos, fortaleza de la Aljafería debió resistir enmurallada muchos embates de muy diversos enemigos. Pero a fines del siglo XI, con el río Ebro cerca, dotando a su espacio de todo el riego necesario para sus fantásticas huertas y deslumbrantes jardines, Ahmad ibn Sulayman ibn Hud, es decir, Abu Yafar al-Muqtadir, elevó sobre la fortificación su esplendoroso palacio musulmán.
El Palacio-Castillo siguió su andadura sin interrupción hasta la conquista de Alfonso I en 1118, con lo que se inicia el periodo cristiano del edificio. El mismo rey Batallador, convirtió en iglesia de la Aljafería, bajo la advocación de San Martín, santo eminentemente esotérico, la mezquita de los Hud y la entregó a dom Berenguer, abad del monasterio de Lagrasse.
En 1260, según Francisco Iñiguez, Jaime I el Conquistador, acometió reformas en el palacio, edificando la capilla de San Jorge y una pequeña estancia sobre la antigua mezquita, en la que se supone vino al mundo Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal. No obstante la edificación de la capilla de San Jorge, completamente destruida en 1867, parece, según todos los indicios, deberse al reinado de Pedro IV.
Hay noticias de reformas durante el reinado de Jaime II en 1292 y en 1301. En éste último año concede el título de maestro de obras a Mahomat Bellito; su padre, Jusef, también había desempeñado el mismo cargo.
Son interesantes los datos que se conservan del reinado de Pedro IV. La iglesia de San Martín se ve embellecida por dos magníficos retablos del pintor Ferrer Bassa, encargados por el propio rey, era el año 1339; fueron dedicados a la Virgen y a San Martín, titular de la iglesia. Esta circunstancia apoya la teoría de la construcción sobre dos naves de la posterior iglesia mudéjar, separadas por tres pilares exentos y con tres tramos cada una.
Pedro IV fué el rey de aquél periodo que más atención dedicó a la Aljafería, existiendo abundante documentación de ello.Como anecdotario se puede comentar que en 1354 se compraron cien mil ladrillos para rehabilitar parte del palacio y que tres años más tarde, el rey se queja amargamente de la lentitud de las obras. Evidentemente era un monarca moderno.
En 1412, con motivo de la entronización de Fernando de Antequera por el Compromiso de Caspe, el nuevo rey se acogió a una ceremonia tradicional, de siglos, mediante la cual partía en procesión desde la Aljafería para ser coronado en la Catedral del Salvador (la actual La Seo). Hemos de incidir en éste punto, porque La Seo se construyó sobre la Mezquita mayor de la ciudad, la segunda del mundo occidental levantada por los árabes, y éstos realizaban un fausto semejante.
Tras unos años de olvido, de escaso interés por el castillo, abandonado en una lamentable semirruina, y con los Reyes Católicos unidos en matrimonio, en 1486, el 12 de enero, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición se instala en él . Dos años después los Reyes Católicos inician la construcción de un suntuoso palacio, sólo comparable al de la época de Pedro IV; las obras terminarían en fecha histórica, 1492. Las descripciones literarias que recorren los frisos de los techos lo recogen. En la erección intervinieron maestros mudéjares, probablemente los mismos doce que el rey Católico mandó llamar desde Granada para trabajar en la Alhambra. Un viajero alemán, Jerónimo Münzer, atestigua maravillado el impacto que le causó el descubrimiento de la Aljafería en 1495.
Los gloriosos tiempos del castillo zaragozano terminaron con los Reyes Católicos; hasta 1706 fué exclusivamente sede del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, quien, sin embargo, contribuyó a que se conservase la fábrica y se emprendieran algunas obras importantes al cabo de los siglos, como en el caso de la revuelta de 1591. En aquella fecha, Antonio Pérez puso al gobierno aragonés, al frente del cual estaba el Justicia Juan de Lanuza, en contra de los planes de Felipe II. Alonso de Vargas entró en la capital zaragozana y ajustició en la plaza del mercado a Lanuza, pese a intentar por todos los medios la pacificación y la no ejecución de la sentencia. El pueblo aragonés comenzó a perder sus fueros.
En 1593, Felipe II encarga a Tiburcio Spanochi un proyecto de fortalecimiento de las defensas del castillo. Se adosaron a las murallas taifales, en los lienzos este y sur, edificaciones para alojamiento de soldados, y en el lienzo oeste, caballerizas. Todo se rodeó con una muralla nueva, almenada, con cuatro baluartes en las esquinas. El foso la circundaba y se salvaba mediante dos puentes levadizos. Uno principal que embocaba la puerta oriental, y otro secundario, a modo de vía de socorro, que llevaba al río por el norte. Se gastaron 47.253 ducados y todo permaneció inalterable hasta las obras del siglo XVIII.
Desde Felipe II sólo se emprendieron reformas secundarias, siendo la más importante la que desarrolla Carlos III en 1772, para convertir el palacio en acuartelamiento. También hay un intento tímido de Felipe V, quien encarga al ingeniero Dezveheforz el recrecimiento de la muralla baja.
Tras la Guerra de la Independencia, la Aljafería se convierte en prisión, y tiene que sufrir un motín importante que le causa más desperfectos a su ya más que preocupante ruina. A sofocarlo acuden varios héroes de los Sitios.
Los primeros intentos de rehabilitación del edificio datan del siglo XIX. La visita de la reina Isabel II en 1845, levantó el entusiasmo de algunos empeñados en recuperar el palacio. El capitán general Fernando Nozagaray creó una junta para la Conservación y Restauración, nombrando secretario a Mariano Nougués y Secall, verdadero impulsor de la idea. Todo quedó parado, pues el Patrimonio Real cedió el castillo para cuarteles.
Ya en el siglo XX, el 4 de junio de 1931, la Aljafería es declarada Monumento Histórico-Artístico, pero hasta 1947 no dieron comienzo las obras de restauración, dirigidas por el arquitecto Francisco Iñiguez Almech, quien dedicó treinta y cinco años de su vida al Palacio, con más sinsabores que alegrías; murió en 1982.
Lo acontecido desde entonces es historia reciente, más acorde con el posterior corolario. Unicamente mencionar que en 1980, el Ayuntamiento de Zaragoza adquirió el castillo y sus terrenos por un precio de 24 millones de pesetas.
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La calificación de joya artística al Palacio de la Aljafería no es exagerada. Para su estudio se establecen tres partes claramente diferenciadas: el Palacio Musulmán, las Reformas Cristianas Medievales y el Palacio de los Reyes Católicos.
El Palacio de Ahmad al-Muqtadir
El terreno sobre el que asienta es llano. Su proximidad al Ebro garantiza la adecuada llegada de agua, con lo cual se ideó como los antiguos palacios omeyas del siglo VIII, más parecido al alcázar sevillano que a las denominadas alcazabas (al-qasaba) tales como Granada, Balaguer, Almería o Málaga. Se encontraba extramuros de la ciudad.
La planta, cuadrada, es circundada por murallas, donde sus lienzos van rodeados de dieciséis torreones ultrasemicirculares. Sólo hay una torre cuadrangular, la del "Trovador"; anterior al palacio musulmán.
La muralla
La planta está alineada en consonancia con los cuatro puntos cardinales. Sólo se podía acceder por una puerta, orientada al Este; exactamente igual que en la actualidad. Es característica curiosa que dicha entrada está situada entre dos torreones, sucede igual en algunos palacios omeyas tales como Qas al-Hayr, Raqqada y, sorprendentemente, en las murallas zaragozanas romanas del siglo III, idénticas en estructura a las de la Aljafería y modelo, unas u otras, de las del Castillo de Loarre (Pedro I, 1094-1104).
Los lienzos de la muralla fueron construidos en tapial, los torreones en alabastro (aún se pueden observar en alguna hilada de sillares de la parte baja). No obstante, en la restauración se empleó la piedra blanca caliza en lugar del alabastro. El remate, almenado, se debió a Tiburcio Spanochi, tal y como se comentó en su momento. Las almenas, que no se habían conservado, se acometieron en ladrillo. La puerta de entrada está constituida por un doble arco de herradura, elemento poco habitual, escaso; aparece en algunos arcos de la mezquita de Córdoba de tiempos de al-Hakam II. Al arquitecto Iñiguez estos caracteres le hicieron sostener que la puerta, las murallas y los torreones son anteriores al siglo XI y que bien pudo Abderramán III, en el momento de sitiar la ciudad, aprovechar parte de las antiguas murallas romanas para edificar las suyas propias. No hay pruebas fehacientes de ello.
De tipo carpanel doblado son los arcos que hay en la galería superior, también de ladrillo, como muchas de las estructuras del palacio; pertenecen a la época de la rehabilitación llevada a cabo por Fernando e Isabel.
Los torreones tienen su parte baja maciza, con dos estadías, la primera con un pasadizo y la superior con el suelo a la altura del adarve de los lienzos de la muralla. Los accesos se consiguen con el doble arco de herradura, poseedor de un mainel central. Hay también arcos gemelos, con decoraciones magníficas de yeso en su intradós.
La estancia musulmana
El palacio musulmán del siglo XI miraba al Norte. Su planta se dividía en tres zonas exactamente iguales, aunque se ignora en la actualidad su disposición en los tiempos de al-Muqtadir. Con seguridad había un eje principal y dos secundarios. En el palacio abbasí de Ujaydir se observa ésta misma distribución. En él la zona central se dedicaba a las funciones oficiales y acogía el salón del trono; los laterales eran viviendas privadas.
En medio del pasillo central de la Aljafería se abre un hermoso patio llamado de Santa Isabel, que da paso a las estancias norteñas y más importantes del palacio. Con respecto a la anchura hay tres habitaciones: una central, como un rectángulo, era el salón principal o "del trono", se conoce como salón de los mármoles; dos habitaciones cuadradas flanquean éste espacio. Delante de la habitación central hay un pórtico con la misma distribución, con la salvedad que éstas habitaciones dan paso a la mezquita, situada a mano derecha de la alcoba central.
Ese patio central, agradable, sencillo y reposado, que se ha comentado anteriormente, tenía un tránsito que lo circundaba y dos albercas frente a los pórticos laterales. La quinta de recreo de Almanzor en Córdoba, estaba dotada de las mismas estéticas que éste patio.
El arquitecto Francisco Iñiguez describe los materiales utilizados en la construcción del palacio árabe: "El nuevo palacio fué construido en hormigón de yeso para los cimientos y encofrado en las zonas altas de la torre del Trovador; tapial para los muros; ladrillo pequeño, fino y bien cortado, para los arcos y zonas de mayor carga; alabastro en los zócalos de la mezquita y en los pórticos, capiteles y basas de columna; mármol de Carrara en los pavimentos en general, incluidos los paseos del jardín en el patio; por fín el yeso tallado para toda la decoración geométrica o de atauriques, animados por algún animal, finísimos y de muy varia y rica policromía, siempre a base de fondos rojos y azules, decoraciones variadísimas en el intradós de los arcos y detalles menudos,hasta culminar en los paños lisos situados en lo alto de la mezquita, pintados a la manera de los tapices persas. Los atauriques iban todos en oro".
Las columnas están conformadas con basa ática lisa, fuste con bocel y nacela y capiteles corintios y compuestos. La proporción entre la altura y el diámetro es más del doble, con lo que resultan mucho más esbeltas que las califales. Sus hojas de acanto están llenas de decoración de atauriques. Son de alabastro.
Christian Ewert, uno de los estudiosos más importantes del sistema de arcos de la Aljafería, sostiene que en la zona central del palacio, en sus partes más importantes, se mantiene el respeto a la tradición cordobesa. Así, el "mihrab" de la mezquita, es muy semejante al de Córdoba. Hay más libertad arquitectónica en los pórticos, sobre todo en el Sur. Se utiliza con asiduidad el arco mixtilíneo, combinando curvas convexas y cóncavas con rectas cuyos ángulos son entrantes y salientes. Este es un arco característico del monumento zaragozano. Se puede establecer sin duda, que en la Aljafería estalla un nuevo estilo, a caballo entre lo cordobés y lo almohade.
No se puede dejar de pasar por alto, el sistema de arcos entrecruzados que dan entrada a la sala del trono. Por la alcoba oriental del pórtico norte se llega a la mezquita. El arco de herradura de su puerta principal, arranca en forma de "S", utilizado éste motivo en el arte musulmán posterior. La mezquita pasa de ser de planta cuadrada a octogonal en su altura, gracias a los arcos de sus ángulos; el nicho de su mihrab está orientado al SE, como en casi todas las mezquitas hispanomusulmanas, su planta es poligonal y se cubre con cúpula gallonada; el arco de acceso es de herradura, con el intradós descentrado respecto al trasdós. La cúpula original se perdió con la construcción del palacio de los Reyes Católicos
La torre
Desde la sala del trono, se sale hacia oriente por un pequeño patio que guarda la llamada "Torre del Trovador". Como ya se verá dicho Trovador fué don Manrique de Lara, inmortalizado por García Gutierrez y Verdi.
Su interpretación arqueológica no es sencilla, ya que se construyó en muy diferentes etapas. Su edificación primigenia habría que situarla en el siglo IX; se utilizó la piedra sillar, que se encuentra quemada por algún incendio que no afectó más que a la torre. Su forma rectangular contrasta fuertemente con el resto de las torres semicirculares.Seguramente la torre, por ser baja y estar en terreno llano, debió poseer un recinto amurallado. Es muy similar a la de doña Urraca que se conserva en Covarrubias.
Su planta baja posee dos naves y seis tramos, que se dividen mediante arcos de herradura. Las bóvedas y las dos plantas superiores son de época de al-Muqtadir. Hay un gran aljibe que aprovisionaría de agua en los asedios, en la mencionada planta baja. La tercera planta comunica con un mirador sobre la iglesia de San Martín, por el que se puede acceder a los torreones de la muralla.
Lo cristiano medieval
Dentro de lo intrincado que resulta la mezcla de estilos de cualquier construcción, en el caso de la Aljafería esta complicación se multiplica. Es un hecho que desde Jaime I a los Reyes Católicos las intervenciones sobre el palacio fueron casi constantes, pero es con Pedro IV, rey durante medio siglo, cuando el castillo sufre sus más importantes transformaciones. Lo mudéjar triunfa en el Aragón reconquistado y Zaragoza y su Aljafería no fueron la excepción sino el inicio.
La dificultad de destacar lo puramente medieval de lo hudí, es innegable, ya que los arquitectos y maestros de obras mudéjares realizaron sus trabajos "sobre" el palacio de al-Muqtadir. Ahí, no obstante, está la obra, en algunos casos semiescondida, en otros exhuberante y orgullosa.
La iglesia de San Martín se abre a la derecha de la puerta de entrada. Su fábrica es mudejar, y en la restauración se ha eliminado una tercera nave y la postiza torre neoclásica. Está abovedada en crucería, sus dos naves se dividen a su vez en tres tramos y se separan mediante dos pilares.
La arquería del pórtico occidental del patio de Santa Isabel también es mudéjar, formada por arcos apuntados de intradós lobulado. Cuando menos hay dos salas cristiano medievales más, una, junto al palacio de los Reyes Católicos, y la otra sobre la mezquita, con un hermoso encuadre en alfiz con decoración de atauriques y portada tallada en yeserías mudéjares.
El palacio de los Reyes Católicos
Es el edificio más representativo de todo Aragón del estilo artístico denominado como "Reyes Católicos".
Está situado en la parte alta y sobre el pórtico norte del castillo musulmán, accediendo a él por una monumental escalera conectada en ángulo recto con las salas principales del palacio. Las dependencias las centra el salón del trono, de planta rectangular, con una estancia en el lado norte y un corredor en el sur.
Deben destacarse sobre todo las yeserías de los ventanales de la escalera,de las puertas y las ventanas del salón del trono, realizadas en gótico "reyes católicos", con seguridad por artistas mudéjares. Los techos son, asimismo, mudéjares, taujeles en las antecámaras y artesonados en el salón del trono; sin duda uno de los ejemplos más brillantes de las gubias aragonesas. De interés por lo insólito y lo temprano de su aplicación, son los motivos decorativos pintados en las bóvedas de revoltón, pues aparecen, además del yugo y las flechas, decoración italiana como grutescos y "candeliere".
Hay una inscrpción en caracteres góticos, que ya fué transcrita por Münzer en 1495, en ella se lee: "Ferdinandus, Hispaniarum, Siciliae, Corsicae, Balearumque rex, principum optimus, prudens, strenuus, pius, constans, iustus, felix, et Helisabeth regina, religione et animi magnitudine supra mulierem, insigni coniuges, auxiliante Christo, victoriosissimi, postliberatam a mauris Bethycam, pulso veteri feroque hoste, hoc opus construendum curarunt, anno salutis MCCCCLXXXXII"
. La traducción viene a decir: "Fernando, rey de las Españas, Sicilia, Córcega y Baleares, el mejor de los príncipes, prudente, valeroso, piadoso, constante, justo, feliz, e Isabel, reina, sobre toda mujer por la piedad y grandeza de espíritu, insignes esposos victoriosísimos con la ayuda de Cristo, después de liberar Andalucía de los moros, expulsado el antiguo y fiero enemigo, cuidaron de hacer construir esta obra, en el año de la Salvación de 1492".
Volver al índiceBREVE DICCIONARIO DE TÉRMINOS ARQUITECTÓNICOS
Adarve: Camino detrás del parapeto y en lo alto de una fortificación
Albanegas: Enjuta de arco de forma triangular
Alcazaba: Recinto fortificado dentro de una población murada
Alfiz: Recuadro del arco árabe que envuelve las albanegas y arranca desde las impostas o desde el suelo
Artesonados: Conjunto entrelazado que constituye el decorado interior de una techumbre
Atauriques: Adorno en yeso o estuco, con diseño de flores o follaje.
Atica: Cuerpo de arquitectura purista y clásico
Basa: Asiento en el que descansa la columna
Bocel: Moldura lisa, convexa, de sección semicircular y a veces elíptica
Carpanel: Arco que consta de varias porciones de circunferencia tangentes entre sí y trazadas desde distintos centros
Encofrado: Tapial
Enjuta: Cada uno de los triángulos o espacios que deja en un cuadrado el círculo inscrito en él
Estadías: Estancias, dependencias
Fuste: Parte de la columna que media entre el capitel y la basa
Gallonada:Tapia fabricada de gallones. Cada gallón consta de la cuarta parte de un huevo, puesta entre dos hojas que, siguiendo su misma forma, , vienen adelgazándose hasta juntarse debajo
Grutescos: Ornamentación renacentista en la que se mezclan temas vegetales con figuras humanas de pequeño tamaño
Impostas: Piedra tallada que corona la jamba de la puerta y sobre la cual se apoya un arco
Intradós: Superficie interior cóncava de un árco o una bóveda
Lienzo: Porción de muralla que corre en línea recta de un baluarte a otro
Mainel: Elemento largo y delgado que divide verticalmente un hueco en dos partes. Parteluz
Nacela: Moldura cóncava
Remate: Lo que se sobrepone a los edificios para coronarlos y adornar su parte superior
Revoltón: Sitio en que una moldura cambia de dirección. Bovedilla de revoltón: pequeña bóveda entre viga y viga
Sillar: Cada una de las piedras labradas por lo común en forma de paralelepípedo rectángulo, que forman parte de una construcción de 18 sillería.
Tapial: Molde constituido por dos tableros colocados verticales y paralelos.
Trasdós: Superficie exterior convexa de un arco o bóveda, contrapuesta al intradós
SUS LEYENDAS
Los dos Santos Musulmanes
Cuando se abrieron las puertas de la ciudad, sólo se oyó el crujido de la madera vieja. Un silencio inhumano pareció apoderarse del lugar durante breves momentos. Los habitantes zaragozanos esperaban con temor a sus invasores, precedidos de famas ensombrecidas por aterradores crímenes e infaustas acciones.
Un progresivo clamor llenó el espacio. Los tambores y cornetas precedían a una tropa numerosa de soldados. Turbantes y capas índigos, impolutas túnicas blancas, lanzas refulgentes y escudos obscuros con extraños signos, fueron introduciéndose por el antiguo "decumanus". El gentío observaba miedoso e intrigado a aquellos hombres, unos rubios y blancos, otros peculiarmente ennegrecidos.
En un momento determinado todo se paró y nuevamente se hizo el silencio. Lo rompió un hombre, que con voz aguda proclamó: " En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. ¡Oh los que creéis. Creed en las dos luces que os hemos hecho descender. Os recitan mis aleyas y os preservan de un día solemne".
Nadie entendió nada, hasta que un individuo extrañamente alto, con turbante blanco, chilaba de seda marfileña, tocado en capa, asimismo blanca, casi burda y una mirada que expandía paz lo tradujo al idioma zaragozano. La gente, turbada, observaba aquél singular personaje irradiante de virtud. La blancura de sus vestidos refulgía sobre la tarde ennochecida. Parpadeaban las estrellas...
Han transcurrido los años; hoy, la voz del muecín desde el minarete de la mezquita mayor es perfectamente comprensible para todos. La confluencia de culturas y virtudes parece aposentarse en la ciudad. Las ceremonias desde la fortificación extramuros, hasta la Mezquita mayor se suceden mensualmente, participando todos. El viernes celebran cristianos y judíos la fiesta musulmana, el sábado, musulmanes y cristianos la hebráica, el domingo los cristianos anfitrionan a las otras dos culturas. Todo es fiesta, todo es luz, todo es armonía.
Hanás y Alí Farqad, siguen viviendo en la virtud. Oyeron de boca del propio Mahoma las enseñanzas coránicas y viajaron por muchos países proclamando la eterna Sabiduría de Dios. Todo el pueblo saraqustano les admira. Durante una terrible sequía, invocaron ante la muchedumbre la misericordia de Alá, y no tardó más de un día en desencadenarse una fantástica tormenta que alivió las, hasta entonces, feraces huertas. Hacen el bien y sus consejos son siempre atendidos, por la serenidad y ecuanimidad conque los dan.
Hanas ideó la mezquita mayor, y cuando penetra en el mihrab, una extraña luz blanca se apodera del templo. Todos los fieles se arrodillan entonces con el rostro en el suelo. Alí Farqad es la bondad. Trajo consigo un cofre misterioso en donde dice se halla un mágico talismán, que cuando posea el lugar adecuado, liberará a la ciudad de todos los males. El pueblo le cree, sobre todo después de ver todas las maravillas que Alí es capaz de hacer. Un día cayó en un estado semiletárgico y se introdujo una larga aguja por el vientre sin que apareciera una sola gota de sangre; posteriormente, con los ojos entreabiertos, abrió los brazos al cielo y se elevó sobre el suelo cinco palmos, mientras era rodeado por una insólita luz iridiscente.
Los dos santos viven fuera de la ciudad, en una pequeña jaima cerca del recinto amurallado del río; aseguran que en ese mismo lugar quieren ser enterrados y que allí, sobre sus tumbas, se construirá un palacio digno del profeta.
Hanas y Alí Farqad murieron el mismo día y a la misma hora; musulmanes, judíos y cristianos lloraron juntos por ellos, y la ciudad vivió el luto durante un mes entero. De sus tumbas emanaba una luz blanca tan potente que iluminaba toda la ciudad día y noche. Desapareció cuando los soldados de Alfonso I profanaron sus tumbas. Nunca más volvió a lucir. Saraqusta se entristeció para siempre.
Qasim ibn Tabit (288 de la Hégira; )
El talismán azul
(A Aixa, luz de luna, donde quiera que esté)
Venía, simplemente, envuelto en un trapo viejo, dentro de un cofre de madera carcomida. El capitán Samir se lo entregó reverencialmente al Emir, asegurándole que era el talismán perdido de Alí Farqad. Al-Muqtadir lo desenvolvió cuidadosamente. En sus manos apareció una piedra oval de un azul intenso, magníficamente tallada y engarzada en dos semicircunferencias de oro. En la superior se veían grabadas tres esferas de menor a mayor en sentido longitudinal. Coronaba la más pequeña una media luna con el creciente hacia arriba. En la semicircunferencia inferior una leyenda en árabe decía: "Os ha venido un Enviado procedente de vosotros mismos. El dispuso las mansiones de la luna". Al-Muqtadir miró la piedra al trasluz, desapareciendo su opacidad. Se quedó pensativo.
El talismán se guarda en una estancia del palacio de dimensiones reducidas. Las paredes están recubiertas de seda azul. Sólo hay, en el centro de la habitación, una mesita de marfil y sobre ella, en una urna de finísimo cristal, se encuentra recostada la piedra preciosa sobre un cojín adamascado. Siete altos candelabros lucen permanentemente rodeando la mesa. Dos ventanales al oeste permiten al atardecer iluminar la maravilla, que se descompone en miles de iris otorgando al entorno todos los colores imaginables.
Desde que el talismán azul está en palacio, las calamidades no han hecho acto de presencia en la ciudad. No hay epidemias, ni sequía. No cruzan los ladrones sus puertas y los bandidos de caminos se abstienen de merodear por las cercanías. El río baja con el agua cristalina y no se estropean ni las frutas ni el trigo. Nada se corrompe.
No hace mucho, un beréber que venía de Marrakech, intentó entrar en Saraqusta con un baúl lleno de áspides y escorpiones para su espectáculo de circo. No lo pudo conseguir porque las alimañas murieron nada más pasar la puerta Cineja.
Al Udrí (457 de la Hégira; )
El talismán conservado en el Palacio de la Aljafería desapareció misteriosamente antes de que entrara en la ciudad el Rey Batallador. Hoy, en mi exilio de Fez, oigo insistentes rumores de que en algún lugar del Antiatlas, se encuentra una recóndita ciudad, que, gracias a un talismán azul, tiene la virtud de no ser visible a los ojos humanos. Un viajero contó que en aquél lugar vive una hermosa mujer, de grandes ojos verdes, piel morena, esbelta y altiva, que trajo la piedra desde Albaida, al Norte. Sospecho que se refiere a Saraqusta y que la hermosa mujer bien puede ser Aixa, la favorita del emir. No obstante, debería ser mucho más vieja...
Abu Bakr ibn al-Saig . Avempace (523 de la Hégira; )
Antes de que Antonio García Gutierrez ideara su espléndida obra, ya existía una antigua leyenda aragonesa cuyo tema central era la tenebrosa torre del trovador del palacio de la Aljafería. De fondo, maldiciones brujeriles y amores apasionados. Verdi, y su libretista Cammarano, que modificó importantemente la obra de García Gutierrez, supieron darle a la ópera, el marcado patetismo que encerraba la leyenda. En ella hay momentos verdaderamente sublimes, tal es el caso del coro de soldados del tercer acto, que, aun aparentemente innecesario para la acción, Verdi lo resuelve de forma admirable:
"Squilli, echeggi la tromba guerriera,
chiemi all´armi, alla pugna, all´assalto
fia domani la nostra bandiera
di quei merli piantata sull´alto
Non, giammai non sorrise vittoria
di più liete speranze finor!
Ivi l'util ci aspetta
e la gloria ivi opimi
la preda e l`onore"
(" Suenen las trompas guerreras
llamando a las armas, a la lucha, al asalto,
que mañana esté nuestra bandera ondeando
sobre aquellas almenas.
¡No, jamás sonrió victoria alguna
con más felices esperanzas!
¡Allí nos esperan las riquezas
y la gloria, allí reinarán
el saqueo y el honor!")
El Trovador
Zaragoza vivía momentos de gran agitación. La suerte de todo Aragón dependía de la guerra entre Fernando de Antequera y el conde de Urgel.
En esas circunstancias de conflicto, poca importancia podía tener la desventura de unos seres marcada por alguna terrible maldición...
Cuéntase, que tiempo atrás, cuando el actual conde de Luna era un infante de no más de dos años, apareció una hechicera vieja, gitana, junto a la cuna de su hermanito pequeño, un niño de pocos meses. El aya echó a la bruja, pero desde entonces el pequeño no cesó de adelgazar. El viejo conde buscó a la hechicera por todas partes, hasta que dió con ella y la quemó en la hoguera. Hubo quien intentó quemar también a la hija de la gitana, junto a un bebé que ésta siempre llevaba en brazos, pero el conde no lo consintió.
El hijo enfermo del conde desapareció a las pocas noches, y en esos dias, justo en la hoguera donde había sido ajusticiada la hechicera se descubrió el cadáver de un niño en una nueva pira. Todo el mundo le echó la culpa a la hija de la bruja, pero ésta desapareció sin dejar rastro.
El conde de Luna aseguraba que la vieja gitana solía aparecerse en la torre cuadrada de la Aljafería, bajo formas tan espeluznantes como las de lechuza, búho o cuervo, casi siempre en la medianoche.
Doña Jimena y Doña Leonora eran damas de la reina Doña Leonor. Leonora estaba perdidamente enamorada de un joven trovador, que resultó victorioso en unas justas celebradas en los campos del castillo. Se presentó totalmente de negro, sin escudo de armas a la vista, y se impuso con gran brío a todos los adversarios.Al vencer no tuvo que identificarse, por lo que nadie supo de quién se trataba. Tras el torneo, estuvo cantando todas las noches bajo la ventana de la estancia de Leonora, cautivando cada vez más a la dama.
El conde de Luna, partidario de Fernando de Antequera, estaba enamorado de Leonora, y los celos por el misterioso trovador le corroían.
Se produjo una gran batalla entre los ejércitos de Fernando de Antequera y del conde de Urgel; malherido en ella, Manrique, que así se llamaba el trovador y que combatía a favor del de Urgel, fué auxiliado por una gitana, Azucena, quien le explicó que era su madre, también le contó que muchos años atrás el conde de Luna había quemado a su abuela, y que ella, despechada arrojó a las llamas a un niño, pensando que era hijo del conde, pero que en realidad resultó ser su propio hijo. Esta confesión dejó turbado a Manrique pero Azucena insisió en que él era su hijo. Manrique refirió que estuvo a punto de matar al conde de Luna, pero que una fuerza superior lo impidió. La gitana le aconsejó que matara al conde a la primera ocasión que se presentare, que debía vengar la muerte de su abuela.
Leonora estaba totalmente destrozada pues suponía muerto a Manrique, de tal manera que decidió ingresar en un convento de monjas. Mientras se estaba desarrollando la ceremonia de toma de hábito, el conde de Luna apareció de improviso con sus tropas para raptar a Leonora, pero no contaba que Manrique había sido avisado de la decisión de su amada y que con sus leales irrumpió a tiempo de arrebatársela al de Luna y huir con su amada.
El Castellar es una fortificación que hay cerca de Zaragoza. En ella se encerraron las huestes del conde de Urgel y con ellas Manrique y Leonora.El conde de Luna asedió durante días la fortaleza. Una noche, sus soldados le trajeron a una gitana que merodeaba por los alrededores del campamento, él descubrió en ella a aquella que había causado la desdicha de su familia, y como tal la torturó hasta que logró su confesión. Además, Azucena también le hizo sabedor de su relación con Manrique, el Trovador, con lo que el conde tenía a su favor todo para conseguir sus propósitos.
Leonora y Manrique vivían felices los momentos previos a su boda. Pero en el momento en el que iba a comenzar la boda, un lugarteniente de Manrique adviertió a éste de la situación en que se encontraba Azucena. Manrique aclaró a Leonora que la gitana era su madre y tenía que salvarla. Antes de partir ordenó a su lugarteniente que llevara a Leonora a la Torre de la Aljafería, para así burlar el asedio del conde de Luna.
Mas las cosas no sucedieron como se las imaginaba Manrique. El conde conquistó la fortaleza y lo tomó prisionero. Pronto se enteró Leonora de ésta circunstancia y decidió entregarse al conde si éste liberaba a Manrique. Secretamente, ella, había introducido un potente veneno en su anillo, de tal forma que antes de que el conde la poseyera, lo tomaría y moriría.
Leonora le propuso al conde el trueque y él aceptó. Ella misma fué a liberar a la prisión a Manrique, que no quiso aceptar la situación hasta que Leonora murió en sus brazos.
El conde de Luna se indignó y decapitó a Manrique en presencia de Azucena, la cual, en el instante en que rodaba la cabeza de Manrique, espetó al conde: "Acabas de matar a tu propio hermano"
Volver al índiceCRONOLOGÍA
Volver al índice714. Musá ibn Musayr conquista Zaragoza
756. Abd-al-Rahman I se proclama en Córdoba emir independiente de Al-Andalus. Diferentes familias muladíes gobiernan en la Marca Superior
778. Expedición de Carlomagno a Zaragoza
852. Musa ibn Musa, de los Banu Qasi es designado gobernador de Saraqusta
890. Los Tuchibies se instalan en Zaragoza, desplazando a los Banu Qasi. Muhammad al-Anqar es el nuevo gobernador
929. Abd-al-Rahman III califa de Córdoba
935-937. Campañas de Abderramán III contra Zaragoza
1009. Formación de los primeros reinos de taifas
1018. El tuchibí Mundir I, primer rey de la taifa zaragozana
1038. Con Mundir II, asesinado, termina la suprmacía tuchibí
1039. Con al-Mustaín se inicia en Zaragoza una nueva dinastía, son los Banu Hud
1046-1082. Reinado de al-Muqtadir. Construcción del palacio islámico de la Aljafería.
1110. Los almorávides se apoderan de Zaragoza.
1118. Alfonso I reconquista la ciudad aragonesa
1137. Unión de Aragón y Cataluña por el matrimonio de Doña Petronila, hija del rey Ramiro II, con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona
1292. Obras en la Aljafería por orden de Jaime II
1301. Título de maestro de obras de la Aljafería a favor de Mahomat Bellito
1336-1387. Reinado de Pedro IV el Ceremonioso. La Aljafería recupera con él antiguos esplendores
1412. Fernando de Antequera es nombrado democráticamente, por el Compromiso de Caspe, Rey de Aragón. En la coronación parte de la Aljafería hasta la ceremonia central en La Seo.
1445-1446. Hablan los documentos del estado de ruina que padece el castillo-palacio de la Aljafería
1469. Matrimonio de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla
1486. El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición se instala en el palacio de la Aljafería
1488. Bajo el patrocinio de los Reyes Católicos se inicia en la Aljafería la construcción de un lujoso palacio. Dirige las obras el maestro Faraig de Gali
1492. Fecha simbólica para dar por concluido el trabajo de la Aljafería, no obstante las obras aún estaban por concluir.
1495. Según Jerónimo Müntzer, viajero impenitente alemán, las obras del palacio están concluidas. Es, por sus propios escritos, maravilloso.
1516. Bajo Johan de Soria y Mahoma de Gali, se realizan trabajos en la torre del homenaje
1518. Carlos I pasa una temporada en el palacio de la Aljafería
1592. Felipe II suprime en Tarazona, tras la rebelión de Antonio Pérez, los derechos aragoneses
1593. Tiburcio Spanochi elabora la fortificación de las murallas del palacio
1701. Nueva dinastía en España: los Borbones
1705. Felipe V elabora un proyecto de recrecimiento de la muralla baja
1706. La Inquisición abandona la Aljafería
1772. Carlos III comienza en la Aljafería su reestructuración de cuarteles
1808-1814. Guerra de la Independencia. En la postguerra la Aljafería es convertida en prisión
1848. Constitución de la Junta de Conservación de la Aljafería, que no tiene los resultados apetecidos
1862. Propiedad de la Aljafería en manos del Ministerio de la Guerra
1866. Se constituye la Comisión de Monumentos de Zaragoza
1931. La Aljafería es declarada Monumento Histórico Artístico
1947. Dan comienzo los trabajos de rehabilitación del edificio
1952. Se constituye el Patronato del Palacio-Castillo de la Aljafería, para conseguir la rehabilitación del monumento
1968. La Aljafería es declarada "zona verde"
1980. El Ayuntamiento de Zaragoza compra la Aljafería y sus terrenos por 24 millones de pesetas.
1982. Fallece Don Francisco Iñigo Almech, quien durante treinta y cinco años de su vida dedicó todos sus esfuerzos al estudio, rehabilitación y conservación de la Aljafería
1983. La Comisión de Estudio de las Cortes de Aragón deciden su emplazamiento en la Aljafería
1985. Se inician las excavaciones del patio de San Martín
1986. Su Alteza Real D. Felipe de Borbón y Grecia, visita la Aljafería y coloca
la primera piedra de la nueva sede de las Cortes de Aragón
1987. Primer pleno de la Segunda Legislatura de las Cortes de Aragón en el nuevo hemiciclo del palacio de la Aljafería
A MODO DE EPÍLOGO
Se ha estudiado el Palacio-Castillo de la Aljafería. Hoy es un símbolo importante para la región aragonesa. Es Comunidad Autónoma, probablemente con más historia que otras que asumen su condición de "Comunidades Históricas" con excesiva y repetitiva energía . La sempiterna laxitud aragonesa en proclamar y "vender" lo propio, han hecho que sus cualidades no hayan sido conocidas por el resto de esa Patria global a la cual se sumó Aragón sin ninguna contrapartida.
José Oto, el mejor jotero de la historia, proclamaba:
"Porque vió un cuadro de Goya
conoció a España sin verla,
leyó un trozo del Quijote,
y oyó cantar una jota,
conoció España sin verla."
La Aljafería es patrimonio de todos los españoles. Cuando nuestro país se ve sumido en la discordia del separatismo, cuando cada región defiende lo suyo como algo únicamente propio, muchos de los aragoneses nos abrimos a todos para decir: "Todo es de todos". Nadie puede hacer exclusivo algo por donde la historia ha pasado dejando una huella indeleble. De la Aljafería probablemente participara Salduba y Caesaraugustae, y Saraqusta Medina Albaida y nuestra Zaragoza, y con ella millones de seres humanos de toda raza, condición, religión, riqueza y pensamiento.
Un monumento tiene corazón. Decía Saint-Exupery: "Lo que hace a una rosa única, es el tiempo que has utilizado en cuidarla". Es verdad, por el tiempo de los edificios, de nuestros monumentos, han pasado las ilusiones, las decepciones, las calidades, los pequeños o grandes pecados, las frustraciones y las esperanzas de muchas personas, habitualmente anónimas. En lo permanente del material pétreo está la urdimbre afectiva de los pueblos. Acariciar una piedra tallada es homenajear al obrero, al maestro, al arquitecto, al rey; es convivir con el pasado y hacer de él un futuro para las generaciones. Caricias pétreas, inmanentes sentidos de los seres humanos, empeñados en sueños imposibles. Tales como fueron para Ahmad ibn Sulayman ibn Hud al-Muqtadir sus ilusiones al pensar en el esplendoroso palacio que construyó y al que hoy todos tenemos acceso. Basta seguir al guardia enturbantado.
BIBLIOGRAFIA
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Corán, El: Optima. Barcelona. 1999
Borrás Gualis, G: "Zaragoza Musulmana". Guía Histórico-Artística de Zaragoza.1983
Fatás, G. : "Para una biografía de las murallas y puente de piedra de Zaragoza, según fuentes escritas en 1285"
Ledesma, Maria Luisa: "Templarios y Hospitalarios en el Reino de Aragón". Guara. Zaragoza. 1982
Levi-Provençal, E: "La 'Description de l'Espagne' d'Ahmad el Razi"
Menendez Pidal, R: "Historia de España. Tomos IV y V"
Torres Balbás, L: "Ciudades hispano-musulmanas"
Turk, A: "El reino de Zaragoza en el siglo XI". Madrid 1972
Ubieto Arteta, A: "Historia de Aragón". Zaragoza. 1981
Viguera, María Jesús: "Aragón Musulmán". Zaragoza. 1981
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